El pasado fin de semana miles de personas se manifestaron en Canarias demandando el fin de un modelo que, según algunos de los lemas presentes en las reivindicaciones, les está «llevando al colapso». Concretamente, sus exigencias se centraban en mejorar la imperiosa necesidad habitacional que existe en el archipiélago; regular el turismo masivo existente; la necesidad de invertir en otros sectores económicos que pongan fin a la precariedad provocada por el monocultivo económico del sector servicios y garantizar la protección de los espacios naturales de las islas ante el avance de un nuevo desarrollismo inmobiliario, entre otros.
Podremos estar de acuerdo en que una parte significativa de vecinas y vecinos de Xàbia suscribiríamos la mayoría, por no decir todas, las reivindicaciones de la población canaria. Nuestro pueblo también está sufriendo desde hace años la presión de un modelo que, usando un término coloquial, se nos ha ido de las manos.
Cabe señalar que el principal problema de esta situación es la vivienda. Las casas ya no son para vivir, son para especular. Vemos como las promociones de vivienda están destinadas a convertirse en nuevos bienes especulativos. El mercado expulsa a los compradores locales que no se pueden permitir adquirir una vivienda con los precios desorbitados actuales. Todo ello, agravado por la inexistencia de vivienda en alquiler asequible. Una situación que está provocando un «éxodo» de gente del pueblo a otros municipios colindantes.
La situación de tensión habitacional es la cara de una moneda con un reverso claro, la «turistificación». El turismo, aunque beneficioso en términos de ingresos y empleo, puede llevar a un modelo de desarrollo insostenible cuando no se gestiona adecuadamente, Xàbia es buena muestra de ello. La dependencia, casi en exclusiva, de esta fuente de ingresos ha transformado nuestro pueblo en mercancía.
En la actualidad, comprobamos como el auge del turismo y la especulación inmobiliaria no se traducen necesariamente en una vida mejor para todos. A pesar de una economía activa y con mucho empleo, vemos que la desigualdad está
creciendo y la frustración se está extendiendo entre los habitantes. Este modelo económico hace que nuestra población sea vulnerable a los altibajos del mercado turístico, estando destinada a trabajos precarios.
Frente a estas realidades, surge una pregunta esencial: ¿Queremos simplemente seguir con un modelo insostenible en todas sus facetas con un futuro incierto o preferimos apostar por una sistema más justo e igualitario qué consiga genera otras realidades y oportunidades?
Para abordar esta cuestión, es imperativo invertir en otros sectores económicos que ofrezcan alternativas viables y sostenibles. Apostando por sectores tradicionales tristemente olvidados, como la agricultura o la pesca, o nuevos como la industria se puede proporcionar un empleo digno, contribuyendo a fortalecer la economía.
Además, el establecimiento de límites al turismo puede facilitar la implementación de políticas que fomenten un desarrollo urbano y habitacional más justo.
Regulaciones específicas podrían dirigirse a controlar el número de propiedades destinadas al turismo vacacional, a promover la construcción o compra de vivienda públicas y la aprobación de nuevas tasas «verdes» que limiten los efectos negativos de la masificación turística, entre otros. Esto aliviaría la presión sobre el mercado
inmobiliario local y permitiría que más familias accedan a viviendas dignas y asequibles.
Todo ello, se debe propiciar a través de un nuevo acuerdo entre las instituciones públicas, especialmente el ayuntamiento, con los actores civiles y económicos de la localidad para conseguir desarrollar un mayor bienestar a la ciudadanía. Siendo el gobierno municipal quien debe tener un papel protagonista, ya que dispone de la
base esencial para propiciar los cambios necesarios: un alto presupuesto municipal y competencias para abordar estos problemas.
En definitiva, Xàbia también necesita marcar sus límites, al igual que reivindicaba la ciudadanía canaria. Límites que deben enmarcar el inicio de relaciones más sostenibles con nuestro entorno, en el impulso de una economía donde la precariedad se sustituya por bienestar y en la construcción de una sociedad que impere la felicidad y no la desigualdad. Está en nuestra mano hacerlo posible.
Alejandro Aguilar Parrilla, Politòleg i veí de Xàbia