Muchos recordamos aún, que en la Ronda Norte, había un gran caserón con balones y juguetes colgando en la fachada y en las vigas de madera de esos techos inalcanzables para un niño. La luz que emanaba de la tienda en las tardes oscuras de invierno -que era el tiempo en el que podíamos ir a ver los juguetes y preparar la carta a Melchor, Gaspar y Baltasar- invitaba a adentrarnos en ese mundo repleto de maravillas para pequeños y mayores, pues tanto los hijos como los padres, disfrutábamos con el producto ofrecido en esa añorada tienda.
Cristóbal Bolufer Buigues tiene 92 años y me recibe en su casa junto a su esposa, Paquita Ribes Catalá y su hija Kika, para hablarnos del inicio de su comercio en Jávea o de su tienda de souvenirs, como a él le gusta llamarla. Pero primero que todo, me muestra su árbol genealógico. Y es que, hablar con Cristóbal es hacerlo con un descendiente directo del linaje ‘L’Illa’, pues esta rama de la familia Bolufer, lleva este apodo por la invasión napoleónica ya que su tatarabuelo se refugió en la Isla del Portichol junto a su familia huyendo de los franceses. Allí nació el primer Cristóbal Bolufer que llevaría para siempre, dicho sobrenombre.
Cristóbal tiene sus fotografías y documentos meticulosamente archivados por fechas y temas. La tienda fue inaugurada en 1972 y regentada desde el inicio, por el matrimonio Bolufer-Ribes que acababan de tener a su cuarto hijo. Hay que imaginar las circunstancias y los retos de una familia numerosa y la creación de una empresa en aquellos tiempos… ¡Cuánto valor!
Entre los artículos que el cliente podía encontrar en la tienda, destacaban además de los juguetes, las cositas ‘typical spanish’ como las flamencas, toros, toreros, banderillas, capotes, castañuelas y los trajes de sevillana, símbolo de la época dorada del turismo, que se vendían, no sólo a los turistas, sino también a los niños xabieros para algunos festivales. Otro género muy apreciado que se despachaba en el mostrador de este establecimiento, era el confeccionado en piel y cuero de excelente diseño y calidad que iba desde los monederos hasta los bolsos, pasando por carteras, llaveros, cinturones…
El elenco de regalos que cautivaban a cada visitante, continuaba con las postales en sus célebres postaleros, artículos de playa -sombrillas, colchonetas y flotadores- cerámica y otra artesanía, reproducciones históricas de armas blancas y de fuego, abanicos, gafas de sol -y otros complementos-, guitarras, alfombras de esparto, lámparas y cachivaches de toda índole para la decoración del hogar. Hasta los más pequeños podían adquirir su bota de vino infantil con motivos taurinos y su cabasset de Pascua. En Navidad se formaban verdaderas colas para comprar las luces de colores, los adornos, los árboles y los belenes.
Paquita, Kika y Cristóbal me cuentan varias anécdotas. Algunas quedan en secreto como las relacionadas con pequeños hurtos muy cómicos. Comerciantes sofisticados, la familia Bolufer-Ribes, solía acudir a las ferias de muestras de varias ciudades de España, como Ubrique o Valencia, cosa que agradecían después los clientes, que de inmediato, encontraban en Souvenirs Bolufer el regalo que había sido promocionado en la radio o televisión. En uno de esos viajes a la Feria del Juguete de Valencia en 1977, Cristóbal, Paquita y sus cuatro hijos -Toni, Kika, Mateo y Ana- disfrutaban por las instalaciones en las que en esa edición, la estrella era la Barbie Superstar, cuando de repente en megafonía, sonó el nombre de Kika. Su madre al escucharlo, comprobó que su hija faltaba, pues la habían perdido entre tanta gente y stand, pero Kika esperaba pacientemente sentada y jugando con un recortable de la época, en uno de los pabellones del recinto.
Cristóbal Bolufer es un apasionado de la Geografía como bien demuestran sus cuadernos del colegio, que guarda de manera impoluta en una carpeta bien cuidada. Gracias a ello, entretenía a los turistas de países europeos, dibujándoles el mapa y las ciudades más importantes, ante la mirada entre curiosa y atónita del cliente. Al finalizar sus estudios, sus hijas Kika y Ana empezaron también a trabajar en el negocio, formando parte de ese comercio familiar y cercano xabiero, que tanto se echa en falta.
Durante las obras para la nueva tienda, Souvenirs Bolufer se desplazó sólo unos metros, a la Calle del Mestre Ángel Palencia, a un local que se comunicaba por la puerta de atrás, con el antiguo edificio del comercio que inició sus obras en 1990. La clientela continuaba acercándose al comercio de Cristóbal, que tan amablemente siempre recibía con una sonrisa durante este periodo de remodelación.
Finalmente Regalos Bolufer –su nuevo nombre- abrió las puertas al público en 1991 en la misma ubicación original con tres plantas de productos: la primera, para los regalos y los artículos de piel, el sótano, para los juguetes y otros elementos de decoración y la segunda planta, exclusivamente para las listas de boda en las que destacaban las prestigiosas vajillas de la Cartuja de Sevilla.
En 2004, aprovechando la jubilación de Paquita, la familia Bolufer-Ribes cerró la persiana de su negocio. Kika y Ana, se fueron a ayudar a su hermano Mateo que hacía poco que se había aventurado con Montgó Verd, que hoy día es una gran firma de viveros y decoración. A Toni lo seguimos en sus páginas meteorológicas cuyos datos e imágenes nos informan y acompañan todos los días en las redes sociales.
A través de la ventana de la casa de Cristóbal y Paquita, se observa Correos y su plaza. Todo ha cambiado. También el paisaje urbano de ese centro neurálgico del pueblo, pero no es difícil al charlar con esta amable familia, recordar el ambiente de nuestra ciudad décadas antes. A mí, particularmente me vuelve el aroma característico -que sigue intacto en mi memoria y más ahora que estamos acariciando el tiempo navideño- de aquel rincón de los juguetes de la tienda antigua de Bolufer, con las estanterías repletas de cajas de trenes, juegos de mesa, Playmobil, Gijoe, Masters del Universo, los coches y las muñecas de todo tipo -las de Famosa, las Nancy, los Pinypon y las Barbies- deseando que al menos, uno de los escogidos por mí, pudiera ser destapado en la noche de Reyes en mi casa… y así fue.
José Font Caballero