En la actualidad mandamos mensajes inmediatos a distancia, pero ¿cómo era la ‘escritura a distancia’ de hace más de medio siglo?. A lo largo de la historia, la comunicación ha evolucionado mediante diversos sistemas hasta la llegada de la telegrafía, cuyo significado literal es ‘escritura a distancia’. Durante varias décadas, el telégrafo fue el único sistema de comunicación entre personas, un servicio rápido pero a la vez complejo.
Quienes desempeñaron este oficio lo recuerdan con nostalgia, rememorando los tiempos en los que ‘chateaban con todo el mundo’ a través de un sistema que emitía y recibía señales mediante un código de impulsos eléctricos.
Para conocer más sobre esta profesión olvidada, hablamos con Ramón Vidal, un vecino de Xàbia que vivió de primera mano este oficio en las tres ubicaciones que tuvo en la localidad. Vidal aún recuerda con emoción el sonido rítmico del Código Morse. A sus 83 años, su memoria conserva los años en los que sus manos interpretaban los impulsos eléctricos que conectaban a las personas a distancia y recuerda gran parte del alfabeto Morse. Fue telegrafista en Xàbia, donde desempeñó un oficio que hoy en día ha desaparecido, pero que marcó su vida para siempre.
Destino, Xàbia
Vidal nació en Onteniente, su destino parecía incierto tras acabar el bachillerato. Con 16 años comenzó a trabajar en una fábrica, pero su salario era escaso y no veía un buen porvenir. Fue entonces cuando su padre, también telegrafista, le dijo que salían unas oposiciones para ingresar en el cuerpo de telecomunicaciones. Entonces Ramón estudió Morse, mecanografía, telegrafía y cultural general. A los 19 años, logró su plaza como auxiliar mixto de telecomunicaciones y fue destinado a Xàbia en 1960, un lugar que sin saberlo, se convertiría en su hogar definitivo, al conocer aquí a su esposa.
Primeros años en la oficina de telégrafos
Cuando llegó a la localidad de Xàbia, el 10 de abril de 1960, la oficina de telégrafos estaba en la calle Mayor, y allí comenzó su labor junto a cuatro personas más: eran dos repartidores, dos en atención operativa y un celador de mantenimiento. «Xàbia me acogió con los brazos abiertos. Mi idea era estar cerca de casa y poder ir acercándome poco a poco a mi pueblo, pero al llegar aquí noté el cambio respecto a mi municipio: aquí la gente era más cercana y hospitalaria. Había contraste entre la sociedad industrial de Onteniente y la sociedad rural de Xàbia; allí había una lucha de clases, mientras que aquí la gente era más abierta y cercana. Siempre tenías las puertas abiertas en cualquier casa o grupo», recuerda Ramón, quien añade «mis primeros días aquí fueron en pensiones y en casa de familias, estuve bien cuidado».
La vida en la oficina de telégrafos era intensa, «y aunque no se crea, había gran volumen de mensajes que enviar sobre todo en período de Navidad». Ramón explica que «se transmitían telegramas y radiogramas mediante Código Morse, pero cuando la comunicación telegráfica evolucionó, el Morse quedó atrás si se dio paso al teletipo, la mecanografía y las perforadoras o picadoras, que transmitían también mensajes codificados. El coste de estos mensajes era por número de palabras, por lo que cada mensaje solía ser breve y conciso».
Nuestro protagonista de hoy explica que también existía un servicio urgente de envío que tenía prioridad sobre los demás, «dejábamos el envío que tuviéramos y realizábamos el urgente, pasaba por encima de todos e incluso, ya en aquella época se hacían envíos de dinero a través del giro telegráfico, en el que usábamos otro tipo de código». Vidal recuerda una de las anécdotas, «un día vinieron unas mujeres para mandar dinero a sus hijos que estaban en las Baleares haciendo la mili y necesitaban comprar unos instrumentos de música -con el tiempo supimos que eran los Bradmis-. El importe llegaba con rapidez, ya que sólo era emitir rellenar un formulario, cobrar, emitir el comunicado y ya en destino hacían entrega del dinero al destinatario. Pero esta inmediatez causó confusión en otros vecinos que vinieron después queriendo mandar paquetes físicos con la misma rapidez, alegando que Telégrafos era más rápido que Correos y querían mandar por esta vía».
La evolución de la comunicación y el fin del telégrafo
De la calle Mayor, la oficina se trasladó a la calle Virgen de los Ángeles, pero con la expansión del teléfono, el telégrafo fue perdiendo importancia quedando sólo en uso el burofax. En los años 90, los telegramas dejaron de enviarse y se fusionaron Correos y Telégrafos. Fue ahí cuando se instaló en la actual oficina de Correos, en la Plaza Marina Alta.
Ramón, que entonces era jefe de telégrafos tuvo que adaptarse a las nuevas funciones del servicio postal que a su parecer resultaban más complejos. Aunque asumió el cargo de jefe de Correos, su verdadera pasión siempre fue la telegrafía: «me eligieron por mi experiencia, pero lo que realmente me gustaba era mi profesión. La telegrafía tenía algo mágico, son años que recuerdo con cariño».
Con la desaparición del telégrafo, apenas quedó como sistema de comunicación residual el fax. Hoy, el telégrafo es solo un recuerdo, apenas queda rastro de lo que una vez fue el principal medio de comunicación entre las personas. Sin embargo, en la memoria de Ramón sigue presente esta profesión y todo su funcionamiento, ahora desaparecida.
Xàbia, centro de comunicaciones
Cabe destacar que Xàbia, junto a Dénia, eran las dos únicas poblaciones que contaban con este tipo de oficina, recibiendo a diario comunicaciones que emitir del resto de localidades de la Marina Alta, haciéndose cargo Xàbia de los municipios del sur de la comarca y Dénia del norte.
Todas las estaciones telegráficas estaban provistas de una toma de tierra propia. La oficina de Jávea tenía una línea directa en conexión permanente con el Centro de Alicante con instalación de teletipo, otra línea directa con la Estación del Cabo de San Antonio, llamada el Semáforo, comunicada por morse y encargada de pasar diariamente varios partes meteorológicos que, recibidos en la Oficina de Jávea se pasaban a Alicante; una línea directa más con la Casa del Cable; otra línea directa con Benissa y Calp a los que se transmitía y de los que se recibía todo el servicio telegráfico.
Durante muchos años se funcionó con estos dos últimos por morse hasta la década de 1970, en la que se dotó de teletipos a dichas oficinas, y Jávea continuó siendo la oficina de escala destinada a cursar todo el tráfico de las dos oficinas. Otras líneas adicionales permitían establecer comunicación con Valencia, Gandía o Denia. Es decir, se trataba de una oficina de cierta importancia.