Sentarse a escribir la carta a los Reyes Magos o a Papá Noel es un momento maravilloso para educar y formar en aspectos tan importantes como la moderación, la solidaridad, la toma de decisiones, el establecimiento de prioridades y aprender a razonar, entre otros. Además, es una buena ocasión en la que podemos aprovechar para conversar un buen rato con los niños y hacer balance de su año, saber qué les gustaría cambiar o mejorar, conocer sus deseos, hacer buenos propósitos…
Compartir este momento con ellos, es una oportunidad perfecta para seguir fomentando los vínculos afectivos entre padres e hijos y conocerse mejor. Igual de importante es saber cuál es ese regalo que están esperando con tanta ilusión y para ello, además hablarlo, lo ideal es jugar con ellos y saber así, qué es lo que les gusta, con qué juegan más, qué les hace ser más creativos o qué les resulta más divertido y emocionante.
A la hora de elegir, “el juguete perfecto es aquel que estimule sus capacidades, que puedan compartir y con el que puedan jugar con otros niños, pero sobre todo el que ayude a que el niño crezca en sus habilidades sociales”. Aunque sean juegos tecnológicos, deben fomentar que el niño piense, y que se realice un uso activo de los mismos, que les ayude a organizarse y a concentrarse, frente a un uso pasivo. De esta manera, los juguetes se convierten en un aliado de los padres en la educación de sus hijos.
Lo que por el contrario no se debe hacer es llenar a los niños de regalos, evitar lo que se conoce como el síndrome del niño “super-regalado”, que sufren aquellos, que, ante tal avalancha de obsequios, en un mismo día, y con tantos focos de atención, son incapaces de concentrarse en ninguno. Con esta práctica, no se les hace ningún favor a los pequeños y se les transmiten unos valores muy negativos, como dar poco o ningún valor a las cosas, pensar que todo es fácil de conseguir, y que no necesitan esforzarse para obtener lo que desean, volviéndose enormemente cómodos y, en consecuencia, tenemos niños frustrados y con falta de imaginación e ilusión por las cosas, consumistas y caprichosos, que solo dan importancia a lo material. Estas características los acompañarán cuando sean adultos, y se reflejarán en todas las facetas de su vida.
Los padres tenemos mucha responsabilidad en esto, pues pensamos que hacerles regalos es la mejor manera de demostrarles nuestro amor. Trabajamos mucho y no les dedicamos el suficiente tiempo y atención, y nos sentimos culpables, así que les compramos más incluso de lo que ellos piden. Y no somos conscientes del perjuicio que les estamos haciendo. Los regalos no sustituyen el tiempo que podemos pasar con los niños, aprovechemos los juguetes para jugar con ellos, y prestarles la atención que requieren.
Por este motivo, lo ideal es recibir como máximo cuatro o cinco regalos, siempre que sea posible. Estos deberían consistir en algo para leer, algo útil como un nuevo estuche de pinturas para la escuela, algo necesario como unos nuevos zapatos, o un abrigo y algún juguete que desee. Por último, una buena idea es recibir algo para otros niños, para sus hermanos, sus primos, o para algún niño que pueda necesitarlo, esto les educará en valores como saber compartir: la amistad, la solidaridad, la bondad, generosidad, gratitud, empatía, y muchos otros que les acompañarán en su vida adulta.
Si desde que tienen meses ya les están haciendo fiestas de cumpleaños, con amiguitos, payasos, musica reguetton a toda potencia, padres compitiendo por la fiesta más grande y los regalos más caros, durante todo el año y ¿Ahora venis a dar lecciones de moral y educación con los regalos de los Reyes Magos? y los de Papa Noel qué? Que no ha costado nada adoptar cualquier celebración transformándola en Consumismo puro y duro.
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