OPINIÓN | Juan Legaz Palomares
Casi todos nos inclinamos, asombramos y alabamos la belleza, sobre todo si es natural y no artificial, superpuesta o traída por métodos extravagantes. Con nuestros ojos humanos consciente o inconscientemente admiramos las bellezas naturales que engalanan con su encanto todo el pueblo de Jávea, y convierten a esta villa mediterránea en un lugar paradisíaco que atrae y enamora, no solo a los nativos, sino a los españoles que tienen la suerte y el placer de conocerla y visitarla -que normalmente, no solo repiten-, sino que se convierten en visitantes habituales con la compra de vivienda propia, y se encargan de transmitir las infinitas cualidades que reúne ese maravilloso pueblo, situado al norte de la provincia de Alicante, en un meloso atractivo y que contagian con sus elogiosos comentarios a familiares, amigos, vecinos o conocidos.
Y qué decir de los extranjeros. Destacar como datos fundamentales que, en el censo del año 2022 ya se constata que en un 53 % son originarios de varios países del mundo. Se ha comprobado que viven personas de 85 nacionalidades. Es una noticia altamente significativa y gratificante de la gran acogida que representa la solidaridad que demuestran sus gentes y con que cariño los reciben y tratan. Estos -a su vez-, transmiten a sus compatriotas las magníficas bellezas naturales que pueden disfrutar en Jávea, la paz, la tranquilidad, el clima (no olvidemos que, según la OMS declaró que tenía el segundo mejor microclima mundial después de Río de Janeiro). Y, especialmente, por encima de todo la hospitalidad y el ambiente respetuoso que se respira.
El INE en el año 2022 informa de una población de 28731 habitantes, ratificando que el 53 % del censo corresponde a personas extranjeras. Es un caso bastante peculiar, porque esos mismos foráneos atraen a otros compatriotas que vienen de vacaciones seducidos por los que ya residen en Jávea. aunque en la época estival aumenta exponencialmente el volumen de población que busca disfrutar del clima, de la gastronomía, de las aguas cristalinas de sus calas y playas, de los eventos festivos, también es cierto que, en otoño, en invierno y primavera se puede comprobar que también hay gran afluencia turística, porque les conmueven las cualidades y características especiales de esta magnífica e ilustre Villa mediterránea.
Son incontables los atractivos rincones, lugares, los ancestros históricos que motivan a los que visitan -o vistamos como yo, más de 48 años-, hay que añadir que siempre se descubre algún sitio o paraje nuevo que nos sorprende y que es digno de visitar. Lo último que recuerdo es el descubrimiento de las calas en Caló y Paradis. Y, en cualquier otro momento nos sorprenderá con algún tesoro oculto, escondido en su ancestro histórico y que será un hallazgo paradisíaco digno de visitar y contemplar.
Amigos, y el verano -no digamos-, es paradisiaco, rompe todos los esquemas y nos colma de felicidad como objetivo primordial: mar, montaña, calas para soñar, microclima que nos enamora, tranquilidad y paz, una excelente gastronomía y todo un conjunto de atractivos que satisfacen el cuerpo y el espíritu y, para que vean que no todo es felicidad a través de la riqueza material, sino que existen otras muchas más cosas que nos hacen felices y que no son bienes materiales o dinero, decía la Madre Santa Teresa de Calcuta: «Sois tan pobres, tan pobres… que solo tenéis dinero». Jávea es tan rica, tan rica… que te atrae, te enamora, porque tiene una inmensa belleza natural envidiable y una hospitalidad admirable que no se pagan con dinero.