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Habitantes foráneos que han puesto a Xàbia en el candelero (12): José Ramón Mélida Alinari y el Tesoro Ibérico de Jávea

16 de marzo de 2025 - 08:56

José Ramón Mélida y Alinari nació el 26 de octubre de 1856 en Madrid, España, hijo del jurisconsulto Nicolás Mélida y de la florentina Leonor Alinari y Adarve.

Escritor, arqueólogo, profesor universitario, historiador, historiador del arte y bibliotecario. Catedrático de Universidad Director del Museo Arqueológico Nacional (1916-1930). José Ramón ha sido considerado como padre de la arqueología española. Falleció el 30 de diciembre de 1933 en su Madrid natal.

En 1905 publicó en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos un trabajo sobre el Tesoro Ibérico de Jávea que se había descubierto unos meses antes, hacia finales de noviembre o principios de diciembre de 1904 (hace 120 años y cuatro meses).

Recupero un artículo que publiqué en la edición impresa de Canfali Marina Alta en noviembre de 2009 sobre Francisco García García.

«Hay personajes cuya existencia pasa desapercibida sin percatarnos de la importancia que tienen y que adquieren no por sus cualidades personales sino por la casualidad de encontrarse en un punto concreto en el momento adecuado. Francisco García García es uno de ellos y su nombre ha quedado vinculado al tesoro de Xàbia aunque casi nadie se acuerda de él. Es un personaje anónimo pero que gracias a él podemos hoy contar con esta joya histórica que estos días podemos ver en toda su belleza, a falta de algunos elementos de plata, en la exposición que con el título de
‘Oro y plata, lujo y distinción en la antigüedad hispana’ está teniendo lugar en el Museu de Prehistòria de València.

En el Museo de Xàbia encontraremos una réplica de dicho tesoro pero en el Museu de Prehistòria de València podemos ver el original que el Museo Arqueológico Nacional ha prestado para esta ocasión y que os invito a visitar, ya que en él encontraremos también el precioso Tesoro de Villena, cuyo encuentro fue fortuito y también producto de la casualidad.

Aquella mañana fría de finales de noviembre o principios de diciembre de 1904, se levantó Francisco García García para ir a cavar el campo que tenía arrendado a Carlos Torres Orduña en la partida de Lluca, a unos cuatro kilómetros de Xàbia. Estaba cavando al estilo levantino –dice el cronista José Ramón Mélida– cuando tropezó con algo. Creemos que estaba rebassant, es decir, cavando hondo, porque en aquella época no existían tractores que cambiaran la tierra de arriba a bajo y viceversa, extrayendo todas las raíces para evitar perjudicar a los futuros cultivos y al tiempo que se cambiaba la tierra se removía mucho para hacerla menos dura.

Este trabajo exigía el empleo de una buena azada y la fuerza de los brazos. Era un trabajo verdaderamente duro –nos dice Bernat Capó – que bañaba los cuerpos en sudor, producía dolor de espalda y resecaba la piel de las manos. Como era periodo invernal, seguro que Francisco García descansaba escasamente y una de las veces lo haría para comer un poco; alguna butifarra que asaba sobre unas brasas, que realizaría con las secas raíces que habría sacado del suelo a lo largo del día, y que ponía sobre el escaso pan oscuro dejando que la rebosante manteca roja diera su color al
mendrugo: un poco de vino y algunas pasas y almendras o higos secos del pasado verano sería su dieta campestre para aliviar la fatiga y reponer fuerzas.

Hoy el rebassar ha desparecido de nuestros campos. No sabemos si fue de buena mañana o al atardecer, pero el hecho es que en un momento dado la azada golpeó con algo a unos tres palmos de profundidad, «era una vasija de barro, que el azadón había roto, y cuyo contenido era una serie de alhajas de oro y plata». Francisco García había
encontrado el ‘tesoro de Jávea /Xàbia’. Había pasado como en esa historia inverosímil que se cuenta a los niños de que donde nace o donde termina el arco iris hay una olla con monedas. Él encontró la vasija sin haber buscado el comienzo del arco iris.

Las vicisitudes que pasó este tesoro de Xàbia para ser comprado por el Museo Arqueológico Nacional las expone de forma magistral Ramón Llidó y en el catálogo de la exposición mencionada más arriba se puede tomar nota de los diferentes autores que han tratado sobre él. Pero como nosotros queremos hablar del personaje que encontró el tesoro, señalaremos y esto nos lo cuenta Ramón Llidó que el precio estimado de unas seis mil pesetas, que D. Carlos Torres Orduña tardó en cobrar, las repartió entre Francisco Garcia y una entidad benéfica de Benissa. Aquel día, el bracero que era anónimo perdió el anonimato y se encontró con una pequeña fortuna.

Cuando hoy veía el tesoro expuesto en las vitrinas del Museu de Prehistòria de València me acordaba de este bracero a quien Xàbia debería dedicar una calle porque su aportación a la historia de la villa y la publicidad que este tesoro dio a la población fue difícil de estimar en su verdadero valor.

Pero hemos puesto de subtitulo a José Ramón Mélida y Alinari que nació el 26 de octubre de 1856 en Madrid, hijo del jurisconsulto Nicolás Mélida y de la florentina Leonor Alinari y Adarve. Escritor, arqueólogo, profesor universitario, historiador, historiador del arte y bibliotecario. Catedrático de Universidad Director del Museo Arqueológico Nacional (1916-1930) José Ramón ha sido considerado como padre de la arqueología española. Efectivamente. Falleció el 30 de diciembre de 1933 en su Madrid natal. Y es que Mélida fue quien publicó en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, en noviembre de 1905 un estudio dando a conocer la trascendencia del Tesoro Ibérico de Jávea del que transcribimos los dos primeros párrafos.

«La Arqueología hispana registra un nuevo hallazgo digno de ser consignado en la misma honrosa página que las esculturas del Cerro de los Santos, e! sarcófago de Cádiz, los bronces de Costig y el busto de Elche. Se trata, pues, de una pieza única y preciosa que, con algunas accesorias, fue descub1er1a a últimos de noviembre o principios de diciembre del pasado año de 1904, en la finca llamada Lluca, perteneciente al partido judicial del mismo nombre, sita en término y a distancia de unos cuatro kilómetros de Jávea, pueblecillo de la costa de
Alicante, la costa griega cuyos rojos peñascos y mar azul a inmortalizado Sorolla en lienzos admirables. El hallazgo fue casual. Cavando Francisco García y García en un campo que tenía a arrendado a Carlos Torres, tropezó, «a unos tres palmos de profundidad», dice, al estilo levantino, la nota que tenemos ante los ojos, con un objeto: era una vasija de barro, que el azadón había. Roto, y cuyo contenido era una serie de alhajas de oro y plata.

Estas alhajas, merced al celo y diligencia del Sr. D. Elías Tormo, Comisario regio de Bellas Artes, que comprendió
desde luego el aprecio que debla hacerse de tal hallazgo, y a la inteligencia y noble patriotismo del Sr. D. Roque Chabás, que sirvió de mediador con el poseedor, han sido adquiridas por el Gobierno, con destino al Museo Arqueológico Nacional.

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