Fiestas

«Estoy seguro que Xàbia puede vivir sin mí, pero yo no puedo vivir sin Xàbia»

04 de julio de 2024 - 09:18

OPINIÓN | Juan Legaz Palomares

El memorable, exitoso, deslumbrante y espectacular «75 aniversario de Fogueres», ha sido un triunfo y una gran victoria al conmemorar, no solo la Festa de Fogueres -que también-, sino la hermandad, la amistad, la majestuosidad y solidaridad de un pueblo que se distingue porque sabe trabajar, divertirse y colaborar en favor de la fraternidad con constancia, paciencia, esfuerzo y trabajo.

Un pueblo digno de elogio. Sabe trabajar y divertirse, creando familia y ambiente serio, respetuoso y amistoso. He ahí el mérito. He ahí el éxito. No estaría del todo mal intentar emularlo. Aquí se puede aplicar esa gran frase de Benjamín Franklin: «Vale más un céntimo bien empleado, que un céntimo mal ahorrado». Ahí radica el encanto de esta maravillosa Xàbia, a la que nadie puede privar de su inmensa belleza natural, de su impronta festera, de su generosidad, ni de la hospitalidad de sus gentes. Xàbia no necesita publicidad engañosa. Todos aquellos que la visitan, son los que transmiten a familiares, vecinos, amigos, compatriotas, las innumerables virtudes que hallan en ella y en sus habitantes. Enamora a los que la visitan o visitamos, como, por ejemplo, un servidor, desde hace más de cuarenta y nueve años. Creo que soy demasiado viejo, por eso procuro amarte rápido. Jávea. Sigues impertérrita, trabajando en un proyecto ambicioso: hacer feliz a todo el que te visita y conoce. Porque si alguna vez hubiera reparado en tu existencia, si hubiese pensado durante un solo minuto en tu grandeza, seguramente ya podría morir embriagado de felicidad. Estoy seguro que Xàbia puede vivir sin mí, pero yo no puedo vivir sin Xàbia. Lo más importante para mí es que en Xàbia se puede amar en paz.

Todo ello, ha inspirado a mi vetusto cerebro a dedicar este breve y humilde comentario para ensalzar a su gente y las virtudes de mi querida Xàbia.

Ver las calles y plazas adornadas con las mejores galas y ornamentos y, usando el mayor ingenio para embellecer el pueblo, es todo un reto y un esfuerzo digno de mencionar y alabar.

Contemplar los desfiles con unos trajes regionales de un colorido y combinado con elegantes vestidos, que son el asombro y la admiración de los autóctonos, visitantes y turistas, es para quedarse boquiabierto.

Pero, lo más difícil de describir, es el momento de contemplar esa compenetración y riguroso orden en los desfiles entre las diferentes edades. Igual ves a niños, adolescentes, jóvenes y mayores siguiendo el ritmo acompasado de la música. Al corazón se le acelera el ritmo por la emoción que se siente ante la compenetración entre la variedad de edades, el variado colorido que encandila y, cómo reparten chucherías a gogó y sonrisas para divertir y alegrar a los espectadores.

Sin embargo, lo que rompió todos los esquemas de mi equilibrio mental fue, cuando en los pasacalles divisé las figuras elegantísimas de las mujeres mayores que garbosamente y con salero desfilaban. Algunas lo hacían con el mismo traje que utilizaron en la juventud, bien es verdad, que otras tuvieron que reformarlo o hacérselo nuevo. Por curiosidad, me acerqué a una de esas señoras a preguntarle su edad. Me responde: «93 años y desfilo con mucha ilusión, estoy muy contenta por cumplir los cincuenta años que hace que me vestí de fallera por primera vez, y, además, de ver feliz a la gente y rejuvenecer con sus aplausos». Esto sí que es amor a Fogueres y a Xàbia. Todo un ejemplo para los niños y jóvenes.

Solo me queda que gritar fuerte y claro: «¡Visca Xàbia!». «¡Visca Sant Joan!», y declarar mi amor incondicional a mi querida Xàbia.

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