OPINIÓN | Julio Maroto
He leído, atónito, un panegírico del Almirante Bastarreche, un militar fascista, al que se atribuye mejoras en nuestro pueblo. Sinceramente, creo que los grupos políticos municipales de carácter democrático, desde PP a Compromís y otros ‘extraparlamentarios’, deberían suscribir un comunicado conjunto de repulsa y de apoyo a la legislación vigente. Legislación que este señor guionista e investigador (dice ser) conculca en cada párrafo. Como me temo no habrá condena alguna, me permito escribir estas líneas como afectado por el artículo. No soy de grupo político alguno, pero sí socio hace mucho de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; sabemos lo que es cavar, sacar restos, identificarlos y dárselos a las familias para que dignifiquen su descanso: por eso no puedo permanecer callado ante mentiras e insidias, ante estos intentos de reescribir la historia más negra de nuestro país.
El escrito no tiene desperdicio: se insulta al presidente Suárez que, efectivamente, fue también falangista, pero contribuyó, junto con la lucha popular, a traer la democracia a España; se dice que «algunos se empeñan en borrar parte de nuestra historia», cuando todavía hay miles de cuerpos por rescatar de las cunetas; se insulta a los políticos actuales comparándolos, a peor, con los fascistas de Franco; se justifica a Bastarreche diciendo que, a
pesar de que tiene algunas cosillas de «muertes y ejecuciones» por ahí, se trata de una leyenda negra.
La carrera de Bastarreche está teñida de sangre desde muy pronto. Comandante del navío Minerva, reconvertido en prisión en octubre de 1934, ordenó desatender a los mineros enfermos y heridos. Golpista de primera hora en el 36, su participación en la guerra fue monstruosa: mandaba el crucero Canarias, por extensión la flota, cuando en febrero de 1937 ordenó bombardear a los civiles evacuados que salían de Málaga en dirección a Almería; un mínimo
de 5.000 muertos (algunos autores hablan de 15.000 víctimas), todos ellos mujeres, niños y ancianos. Bombardeó Cullera, sin importar evacuaciones previas. Y mucho más. Técnicamente un Criminal de Guerra.
Su fanatismo le hizo estar en el Consejo del partido fascista FE-JONS desde 1938; desde 1941 Almirante con sede en Cartagena, pilotó la depuración de la zona firmando decenas y decenas de penas de muerte. Premiado con ser Procurador en Cortes, ejerció hasta el mismo día de su muerte. Y ha de pasar por bueno porque un alcalde falangista le pide un favor a otro camarada falangista. Por favor…
Señores, vivimos tiempos de zozobra. Locos de atar parecen gobernar las principales potencias mundiales. No contribuyamos nosotros a engordar este caos. Y si se falsea la verdad con artículos ‘trumpistas’, hay que denunciar.