Uno de los establecimientos xabieros más emblemáticos, cumple este año 2025, su 70 aniversario. Para hablarnos de su historia nos sentamos con Vicente Segarra Gavilá, su propietario, que narra con todo lujo de detalles, la Jávea que fue, la que se ha ido y sólo permanece ya en nuestra memoria.
Escucharle dentro del establecimiento que regenta desde hace casi 50 años, es un auténtico placer y un privilegio. El aroma del mejor café de nuestra ciudad se une al del pan a la plancha que conforma el bocadillo tradicional de este bar de toda la vida, de los de siempre, y que forma parte del corazón de la única zona del casco histórico que se resiste a dejar de ser pueblo, la Placeta del Convent.
Los orígenes del Bar La Cova los hallamos en el Carrer Llotgeta, donde el matrimonio compuesto por Vicente Segarra Pérez y Francisca Gavilá Ortolá -padres de Vicente-, fundaron en los años 50 del siglo pasado, una tienda de comestibles que de inmediato desembocó en bar, estando en la barra Vicente y en la plancha, Francisca. En 1955, la pareja decide trasladar la taberna a Aduanas del Mar, que en aquellas fechas, era el punto neurálgico del turismo xabiero en su época más dorada.
Los clientes bautizaron de inmediato tanto al local como al dueño. Antiguamente los bares no tenían nombre, solía usarse el patronímico, apodo o apellido del dueño correspondiente. El negocio de Vicente y Francisca ocupaba un antiguo almacén de pasas -de aquellas antiguas empresas insignes de Jávea- y tenía una puerta de singular arquitectura que abría paso al recinto hacia abajo. Los parroquianos empezaron a decir: «això pareix una cova», y con cova se quedó. Soler Blasco – cliente habitual- diseñó y pintó el rótulo que quedó plasmado en la fachada de este bar que ocupaba la plaza del Almirante Bastarreche. Casualmente, Vicente Segarra Pérez tenía un notable parecido al personaje que daba nombre a dicha plaza, el padrino político de Jávea que seguía haciendo gestiones para la construcción del puerto. Y así fue como se le empezó a conocer a Vicente, como ‘El Almirant’.
El Bar La Cova tenía un pequeño patio con un olivo y un retrete de los de la época. El pintor André Lambert, formaba parte del elenco de asiduos a la hora del aperitivo. Vicente siempre le despachaba un vino de Málaga que compraba expresamente para el artista que tomaba religiosamente, junto a alguna tapita deliciosa de los grandes calderos míticos como les faves, sang amb ceba y els avellanencs. La Cova empezaba a servir al mediodía y cerraba a la hora de comer, para volver a abrir las puertas para el café, hasta la noche. Los fines de semana bajaban los xabieros del pueblo, pues una de las costumbres era pasear hasta la zona de Aduanas del Mar.
En el puerto permaneció el Bar La Cova hasta 1967, momento en que se abrió dicha cantina al final de la antigua Calle de la Reina Regente, en la punta de lanza de la Placeta, hasta hoy, pues el local de Aduanas había sido adquirido por una empresa para iniciar nuevas construcciones. Adaptándose a otro tipo de clientela y ajustándose a las necesidades del consumidor del pueblo, a las cinco de la mañana ya se ponían en marcha. A esa hora iban llegando los señores mayores que vivían en el casco antiguo y que llevaban despiertos desde hacía horas, pues los ritos del campo, seguían intactos. Más tarde llegaban los jornaleros, capataces, contratistas y gente en busca de mano de obra para trabajos puntuales, alquileres de palas, maquinarias, furgonetas o camionetas, convirtiendo el Bar La Cova en el lugar de encuentro cada día para dichas gestiones.
Se recogían en el recinto paquetes de Ubesa y de Venturo, por ejemplo, añadiendo de esta manera, otro servicio público. En el estío los flujos de gente de viernes a domingo con los pasajeros de los autocares, también marcaban la diferencia.
En Pascua, verano y algunos fines de semana, volvían turistas, veraneantes, gente del servicio doméstico o estudiantes que llegaban en el autobús de Venturo y tomaban su primer café o cerveza en El Bar La Cova esperando a ser recibidos por sus familiares y amigos.
A la hora del café a las tres o tres y media, los domingos, cuando jugaba el Club Deportivo Jávea en el viejo campo de fútbol del Vicente Tena, el público se congregaba tradicionalmente antes del partido.
En 1978, después del servicio militar y coincidiendo con la jubilación de su padre, toma el relevo el hijo. Vicente Segarra Gavilá ya había ayudado a sus padres con el negocio compaginándolo con el instituto, pues a las cinco también estaba en la barra familiar despachando los primeros cafés y míticos licores. Francisca dejó el bar en 1985 ganándose su merecido descanso.
En el Bar La Cova se celebraron partidas de cartas, siendo el famoso Cau con sus torneos célebres, el rey de todos los juegos de azar en el local. A las seis de la tarde, llegaban a formarse tres hileras de clientes en pie tras la barra.
Hoy, el Bar La Cova, es un lugar de parada obligatoria para turistas que alternan con la clientela de toda la vida, los que tienen todavía su mesa, silla o su lugar en la barra. Jávea ha cambiado pero Vicente sigue cuidando de su cueva con la complicidad de su equipo formado por Sonia, Vicent y Andreina. La barra imprime carácter.
José Font Caballero